15 jul

Carta abierta a los grupos de consumo

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Desde hace más de 4 años participo en un grupo de consumo. ¿Qué me movió a esta decisión?, supongo que lo que a mucha gente: consumir productos que de alguna manera no fueran manipulados por la gran industria, o tal vez intentar liberar un poco mi organismo de productos fitosanitarios, herbicidas, etc. permitidos por las autoridades sanitarias que tanto velan por nosotros y también por los intereses de las multinacionales.
A estas alturas tampoco a nadie se le escapa que el sistema dominante ha llegado a un límite de desarrollo. Hemos producido un hábitat saturado que amenaza con arrojarnos una vida más difícil. Todos estos argumentos seguramente haya compañeros más involucrados en la lucha ecológica que los defiendan mucho mejor que yo.

Son otros argumentos de los que quiero hablar, tal vez más prosaicos, pero para mí no por ello menos importantes. Desde el principio de mi participación en el grupo de consumo, en esas asambleas esporádicas, me empapaba de todo lo que allí se debatía, era nuevo para mí, la conversación me parecía de lo más curiosa, algunas veces hablando de la inclusión de ciertos productos en nuestra pequeña distribución interna se acababa debatiendo de economías bastardas al sistema pero menos antisociales, lo cual daba a los productos un matiz muy diferente. La elección de los productos mediante el apoyo de los proyectos permitía tintes mucho menos cargados de publicidad.

Publicidad, publicidad… La compra en las grandes superficies está estandarizada, a nadie se le escapa la uniformidad de tamaños de la fruta, pescado, el estuchado higiénico de las verduras (otra cosa es el sabor). Mordiendo una manzana del grupo de consumo vuelves a sabores únicos olvidados en las ciudades. Una cosa que no se escapa en las grandes superficies es el brillo de las piezas de fruta, un brillo producido por lavados y ceras que apagan el sabor de lo que comemos.

Ese brillo es la característica de los supermercados, no solamente porque nos lo tragamos con el estómago, sino porque también nos lo tragamos con el ánimo, las cosas deben brillar, si no no nos interesan. Pero ese es el mismo brillo del fetiche, ese producto ansiado por todos que incrementa su valor a medida que es ambicionado por más personas. La demanda incrementa el valor.

Es por ello que me llamaba la atención en el grupo de consumo que nadie impusiera un producto/proyecto por más próximo que fuera, sino que el consumo se decidiera en la asamblea. No se come con el estómago propio, sino con la digestión de muchos. Simplemente con eso desaparecía el brillo del objeto de mercado.

Prácticamente mi compra semanal se realiza en el grupo de consumo: frutas, verduras, carne, pescado, pan, productos cosméticos, etc. Muchas veces me han comentado que los productos ecológicos son caros, sin embargo, huyendo del cortoplacismo, calculando la pasta que gastamos a fin de mes, he llegado a darme cuenta que para dos personas sobra con mucho con 240 euros, cada cual a su ritmo, pero también he comprobado que comprando en los supermercados jamás baja de 80 euros por compra. ¿Cuál es el truco? los supermercados te venden ofertas que muchas veces están en los lugares menos visibles, uno elige primero estos productos y cuando acaban las ofertas termina eligiendo otros más caros.

Es difícil para alguien que está ahogado, por el paro, por el sistema, creer que con el precio justo que se le paga a los productores no se está pagando más de lo que el supermercado oferta, sin embargo, no olvidemos que el supermercado rebaja con mucho su compra al productor, y aumenta su margen con este pulso. Pero también procura que el consumidor gaste lo más posible en su superficie, e incluso que se quede todo el tiempo que quiera para gastar más. Cuando se compra también se juega con el concepto de clase, es decir, la carencia hace que ansiemos productos que poseen el brillo del que he hablado anteriormente para despegarnos de un estatus que nos han transmitido como incómodo. Muchas veces uno acaba comprando naranjas a 0.60 euros kilo, y a la vez un aparato que derrepente nos ha entrado por los ojos…

Sigamos utilizando redes justas y sobre todo comunales.

Emilio Barroso, grupo de consumo La Biblio